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domingo, 8 de noviembre de 2009

Artículo excelsior...



“En la selva colombiana todos tienen reglas; yo hice las mías”

Claudia Solera

“Hasta que penetré en las montañas me di cuenta de la guerra que vive Colombia”, dijo Daniel Martínez. En la selva, cada grupo tiene sus propias reglas; en zona guerrillera está prohibido el consumo de Coca-Cola, y en territorios paramilitares la justicia se paga con sangre. Como miembro de Médicos Sin Fronteras (MSF), llegó a dar aliento a esa población atrapada entre la guerrilla, los paramilitares y el ejército.

El aislamiento es tal que cuando los habitantes escuchaban sobre el arribo del hospital móvil MSF, bajaban durante días de entre la maleza, algunos sólo para platicar con personas ajenas al conflicto e, incluso, pedirle un autógrafo a Daniel, como médico expatriado.

El privilegio de MSF de atravesar todos los territorios, sin importar bando, también tenía un precio: el hostigamiento de los grupos armados a los médicos para obtener información sobre sus enemigos; pero si Daniel Martínez pretendía seguir con vida, tenía que esquivar hasta la pregunta más amenazante: cualquier sospechoso de colaborar con algún bando es asesinado o sufre represalias.

Los grupos armados controlan la mitad de las zonas rurales del país; de hecho, Colombia ocupa el tercer lugar en el mundo con más desplazados de guerra: cuatro millones, según la ONU.

Daniel fue testigo de aldeas abandonadas, donde hubo masacres y sus habitantes huyeron, y ni tiempo les dio de cerrar sus casas. En las situaciones más dramáticas había muros carcomidos por metralla o llamas.

Como jefe de misión, Daniel también negociaba con los grupos armados para poder cruzar un territorio. La mayoría lo permitía, pero cuando no, más le valía obedecer. Si había rumores de que en tal zona había secuestrados por la guerrilla, era un hecho que le negarían el acceso.

Cada región tiene sus propias reglas. En las comunidades guerrilleras, el consumo de alcohol está vetado de lunes a jueves, así como la venta de productos estadunidenses. En un retén, Daniel recuerda la amenaza de un jefe de sección, que le exigió bajar del hospital móvil. Portando una Kaláshnikov en el brazo, le advirtió: “Nosotros los conocemos bien y respetamos su trabajo, pero cuidado, hay dos cosas que odiamos: a los gringos y a los sapos (delatores)”.

En territorios paramilitares, sabía que podía dejar su cartera sobre el escritorio. La ley de las autodefensas es tan agresiva que nadie se atreve a delinquir. El castigo para un violador, por ejemplo, es rebanarle las plantas de los pies y ponerlo a caminar hasta que se desangre.

MSF también impuso sus condiciones. En la puerta de su consultorio, Daniel puso un letrero que decía: “Prohibidas las armas”. Sin excepción.

Sólo una vez le tocó estar en medio de un combate entre la izquierda y los soldados. Toda la noche estuvo bajo su cama, pensando en su familia y su país.

Por la guerra, 90% sufre migraña crónica, pero como estos trastornos sicosomáticos se atienden a través del desahogo, ayudarlos era un cuento.

Daniel regresó hace dos años. Son pocas las fotos de su viaje, porque los grupos armados le prohibieron meter electrónicos, pero en su mente aún permanece el verde intenso de la selva."

Esta es la reproducción textual del artículo del excelsior publicado el día 08 de Noviembre de 2009... Solo unas pequeñas puntuaciones:

- Yo no puse ninguna regla que se me haya ocurrido, Médicos Sin Fronteras pone ciertas reglas de seguridad básicas y yo era el encargado de implementarlas y hacerlas respetar en el terreno.

- Mi puesto era de Jefe de Equipo y no de Jefe de misión.

- Generalmente las condiciones de trabajo en terreno no son malas y en muy pocas ocasiones te encuentras en verdadero riesgo. Sin embargo no se puede prevenir todo y es verdad que a veces nos llegamos a encontrar en situación precaria en términos de seguridad.

Un abrazo a todos...